sábado, 24 de abril de 2010

MALENA

Malena; es cierto que mordías ciertamente me venías
como de Jesús María tan celeste
o esa que olvidé cruzando a la vereda de otros ojos
y que dicen que siempre se recuerdan
por el simple nombre de María.

Era yo un obelisco permanente
pura nariz intermitente de esa hembras todas vírgenes
Por dios lo que perdí sin saber a lo que olían.
Y sobretodo sin saber a donde iban los encajes voladores.

Ya las recuerdo que abrazarme cada día preferían
y se estiraban en la amante amanecida tibia
Pero yo no lo supe en aquel día.

Me antojaba esa Malena y mi dicha que mascaba
quería esos pechos diestros a mi rostro prieto.

Salibosa en esos labios tan pequeños que las heces
proferían de sus dientes nuevos
las soeces.

Esto es mío, mira lo que tengo
es todo tuyo y más lo tuyo son eternos.

Y la comisura de sus labios confundían mis deseos vertebrales
entre todos esos gestos no atinaba. No sabía
y lo que es peor; ni lo creía.

Desnudas todas en nenúfares sin nudos se mecían.
Lacias y verbales.
Nunca supe que antojado en ti
traicionera ninfa calurosa
tanta dicha yo perdiera
por no mirar a la siguiente o aunque fuera a la del frente.

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