¿Bajo qué portento
el estar padece afectos del decir parientes; prima mía,
bajo y dentro
del pan que llegará hasta los conchos mismos del infierno?
En efecto.
¿Dónde estabas?
De flores blancas en tu lecho.
quiero azules besos. Sí,
en mis labios quiero.
Ni que me lo recuerdes quiero. ¿Dónde estabas tú?
Toleraré un disculpa
Una evasiva
es mejor que tu rechazo,
es un atoro, es poco, pero es
antorfo murando simulada
por ti prima oblicua de flores tu pubescente carnal
que incumbirá en aquel día al más falo de nosotros.
Los pilotos sólo saben lo que es amedrentarse con las nubes.
Yo no vuelo todavía. Estás muy seria.
Nosotros queremos volar como los ángeles
Estamos efenecentes adolescentes impeludos lampidesnudos
ardientemente lampigueteados y acaso obnovolunios
pero ardientes langueteados
Por primera vez sentimos
que comparados con los inmensos palos redondos de los otros
no somos nada.
No somos más que alimento para ese vacío tibio de la cosa.
Con ese pelotón de fusileros mayores de edad ya no la podemos.
Sobre todo no debemos con nuestra propia carne acallar este deseo.
Ah prima. Ya no te acuestes a mi lado
a la hora de la siesta ni acaricies mi peinado
que acongojas mis costados.
Se humedecen.
Deja de tocar el timbre en esa feble puerta
que traspirando fortuitamente me aparatas el articulado
con todos sus portazos.
La mujeres golpeadoras de esas puertas son engordadas
con mucho gusto de nuestra parte. Me dicen los mayores.
Me siento aludido por tus labios tan fruncidos
y me siento muy mezclado en tus rodillas desplegadas
tan lampiñas y brillantes.
Pero no soy el confundido y no confundas ni de teoría
esta falta de práctica total de mis vellosidades.
Mira que mis vértices no están agusanados. Están en pupa
Ni siquiera en el hígado de la noche hipotenusa
palabra prostituta
me desnudes, que ya sale mi crisálida
desplegando su pellejo.
Prima, aquí podría patentarlo. Es cierto.
que hierven tus muslos
me lo has dicho. Sé.
Pero me hago el distraído a partir de la parición de esta tristeza.
Rota por la nada misma me has sobado tantas veces
sin esa angustia indulgente desprovista
desprovisto de la urgencia te he mirado
para hacer con tus manitas ese panecito de cocina
tronco simulado
que lo quieren las mujeres allá abajo en el infierno prometido
que dicen que es terrible y nunca he visitado.
Prefiero mil veces que sigamos
bebiendo de la espuma que marea
antes de que ocurra nuestro gran evento flaco
.
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